domingo, 6 de abril de 2014

Sueño

No era la primera vez, ya llevaba una semana que lo veía en mis sueños, no me hablaba, pero me miraba de una manera diferente a los demás.

Al principio no lo presté atención pero su mirada empezó a ser recurrente, me atraía, esos ojos cafés, sin ningún rasgo en particular, sólo el poder de hacerme sentir que podía desnudar mis pensamientos y descubrir que pensaba en él continuamente.

No se aparecía en las pesadillas pero sí en los sueños que seguían para reconfortarme, para hacerme sentir segura, sólo con una mirada…

Quería hablarle, tocarlo, preguntarle por qué irrumpe mis sueños de esa manera, y pedirle que no dejara de hacerlo.

Una semana enamorada de unos ojos, viendo pero no observando más que sus ojos, aunque poco a poco se hizo más presente y después de la segunda semana lo soñaba despierta y ansiaba la hora de dormir para poder verlo, me encantaba, me tranquilizaba y sin darme cuenta el sueño acababa demasiado pronto.

Era alguien diferente, simplemente era él, y me encantaba como era, no sabía si lo amaba, pero sí estaba enamorada, enamorada como no lo había estado, era algo irreal pero no inalcanzable.

No recuerdo cuando pero sin pensarlo ni predisponerlo me habló y los siguientes sueños fueron los mejores.

No sé cómo empezó la conversación de esa noche pero recuerdo que lo último que me dijo fue: “Eres muy especial y quiero decirte que te amo” yo no podía creerlo, lo abracé, no quería que el momento acabara pero desperté.

La siguiente noche no apareció, ni la siguiente, ni la siguiente, y yo lo extrañaba, lo anhelaba, lo pensaba antes de dormir y gritaba su nombre en sueños pero él no aparecía.

Pasaron años, y así como él había llegado y se había ido de mis sueños volvió a aparecer en la realidad, frente a mí; me miró de nuevo, desnudó mis pensamientos y mi alma hasta descubrir que no lo había olvidado y que seguía sintiendo lo mismo; me paralicé, pero él corrió hacia mí, tomo mi mano, me miró, me habló, y supe que la felicidad no era un sueño.

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