miércoles, 11 de marzo de 2015

El Novato (Estrenando Amor)

No había pasado mucho tiempo desde que descubrió una atracción diferente hacia otra personas; una chispa, ese escalofrío que recorre el cuerpo después de un súbito y fuerte latido cuando se ve a alguien y dan ganas de mirarlo atentamente, de observarlo con detenimiento, de perderse en un rostro fascinante lleno de curiosidades, recorrerlo con la mirada hasta detenerse en los labios, desear morderlos, besarlos lentamente mientras se toma la cintura de ella o se enganchan los brazos al cuello de él.

No tenía preferencias, disfrutaba por igual de un cuerpo femenino que de uno masculino, no entendía por qué la gente se conformaba con disfrutar sólo alguno de los dos cuando ambos cuerpos eran fascinantes y placenteros.

No había pasado mucho tiempo pero sí muchas personas, no precisamente novios o amantes, sino más bien curiosidades satisfechas.

Sabía lo que era una caricia, el poder que contiene un beso, conocía el éxtasis incomparable del sexo, pero no sabía nada sobre el significado del amor, sobre aquellas cosas que se sienten por amor. Conocía muy bien el enamoramiento, pero sabía que no era sinónimo de amor, aunque de vez en cuando le gustaba confundir esas palabras.

No lo quería admitir pero tenía miedo, había visto el dolor en otras personas, había conocido la agonía y el sufrimiento en los ojos de personas enamoradas, de personas que habían amado y sin quererlo habían perdido, pero nadie le había dicho que dolor tampoco es sinónimo de amor. Las experiencias ajenas le parecían suficientes para temer y huir, para alejarse del amor, pero no por eso dejar de disfrutar de las mentiras con las que se le confunde, ilusiones derrochadas, deseos cumplidos, infatuaciones pasajeras, placenteras pero poco importantes. Así se protegía, así marcaba su vida y se sentía bien, no renunciaba a la seguridad y protección propia que deja el ignorar la existencia del amor.

Pasaban las horas, los días y las personas, una detrás de otra  formando un balance irreal en su vida, un balance hipotético, una práctica fácil, ligera y rápida. Pasaban las semanas y los meses evitando lo mejor que pudo la soledad, pero el reencuentro era inevitable, y sin previo aviso la volvió a sentir, abrumadora y asfixiante, retadora, amenazante, fuerte y poderosa, la única que puede hacerte gritar de dolor y angustia con su simple presencia.

Se resistió un poco, buscaba a cualquier persona que quisiera quitarle la soledad aunque fuera por unas horas, a alguien con quien compartir soledades, pero la soledad marcaba su presencia con mayor fuerza por más compañía que tuviera y al final se rindió, cedió al llamado y se dejó llevar.

Fue duro soportarlo, la soledad puede funcionar como espejo, no se puede ocultar nada a la mirada sincera de nosotros mismos y se descubre la realidad. Así le pasó, se descubrió de la manera más profunda que no había experimentado antes, descubrió cada arruga, cada vello, cada lunar, cada poro, descubrió deseos escondidos y olvidados, descubrió la ficción de sí y también lo real, dejó de luchar y se unió a la soledad par averiguarse y con ella comenzar a amarse.

...

Había pasado un tiempo desde que descubrió una atracción diferente hacia otra persona, había disfrutado de su soledad y de la compañía pasajera de otras personas, y entonces de manera inconsciente decidió que era el momento y lo descubrió, un rostro fascinantes con un cuerpo deseable a sus ojos, algo que quería probar, no sabía si por curiosidad o diversión, pero lo obtuvo, un cuerpo deseable con una mente inteligente y retadora.

Todo sucedió de una manera peculiar, diferente, extraña, emocionante, en cuestión de tiempo sintió una explosión dentro de sí, un júbilo antes desconocido, ignorado, un éxtasis jamás probado y un deseo incontenible de querer vivir, planear y compartir la vida con la nueva persona que estaba a su lado. Tuvo que admitirlo, se había enamorado.

Se había enamorado sin enamorarse, la sensación era distinta y de pronto se dio cuenta, que ese algo ya no era enamoramiento, obsesión, necedad o infatuación, ese algo nuevo era amor. Sintió miedo de nuevo, un pánico momentáneo, porque ni siquiera se había dado cuenta en el momento en el que había llegado, se descubre que se ama a la mitad del camino, cuando ya no se puede retroceder.

Amaba, la sensación le gustaba, amaba, ya no existía nada, ni el eco de la inseguridad que deja detrás el miedo, amaba, a otra persona amándose y viceversa, un amor nuevo, recién estrenado, principiante y torpe, seguramente podría equivocarse, seguramente aprendería cayendo... ¿Y el dolor? ¿qué importaba eso? Si lo único que ahora valía la pena era descubrir lo que es el amor.





miércoles, 4 de marzo de 2015

El Bicho

Caminó un poco, no sabía en dónde estaba ni cómo había llegado ahí, todo había sido un sucesión de eventos turbulentos, inexplicables, indefinibles, sensaciones nunca antes experimentadas, sensaciones nuevas, intimidantes, terribles.

Un remolino, idas, venidas, múltiples caídas y después la calma. El suelo era inestable, caminó apresuradamente y al sentir el movimiento se detuvo, esperó pacientemente como su instinto lo indicaba, esperando a que el movimiento cesara y alerta hacia cualquier cambio inesperado.

Esperó algunos momentos, no podría definir cuánto porque para él no existía el tiempo, para él no existía el futuro y el pasado lo olvidaba rápido, el presente era lo único que importaba, seguir con vida en el presente, terminar lo que había llegado a hacer y eso es todo.

Esperó, el movimiento del suelo aún persistía, pero él ya podía moverse, con precaución un paso tras otro sin obligarse a nada, un paso descuidado podía traerle un final impredeciblemente violento y catastrófico, lo más importante ahora era la precaución, si quería continuar con su vida.

Su instinto era bueno, pero carecía de razonamiento, una característica que lo volvía vulnerable en momentos peligrosos.

Caminó cada vez más, un poco más, buscaba regresar, sin saber por dónde, sin conocer la distancia, pero tenía que regresar, llegar, continuar con vida, sólo eso sabía.

Caminó, seguía caminando con precaución para detectar el camino y mantenerse alerta, sintió confianza, continuó la búsqueda, no conocía nada, no entendía lo que pisaba o a dónde llegaba.

Movimiento de nuevo, una oscilación inesperada del suelo, dejó de caminar, esperó un momento, tenía que seguir, había un obstáculo nuevo, algo desconocido, no conocía su existencia hasta ese momento, un material firme pero suave.

Comenzaba a desesperarse aunque no se diera cuenta, aunque no supiera lo que es la angustia, la agonía o el deseo, pero ahí se encontraba sintiéndolo, un verdadero anhelo por volver.

Subió al obstáculo desconocido, quizá ese sería el camino, no parecía amenazante pero era estrecho, apenas cabía sobre él y tenía que seguir, debía ser más cauteloso, aunque no le diera miedo caer.

No lo percibió mucho pero se movió, el suelo en el que estaba se movía de nuevo, de una manera diferente, de pronto hubo una presión de aire sobre él, de nuevo no entendió lo que pasó, pero el movimiento se detuvo, de pronto sintió la necesidad de huir de aquél suelo inestable y en el recorrido de la huida descubrió un terreno diferente, duro y frío, pero firme, un suelo al que se podía aferrar y explorar con mayor libertad. La búsqueda había comenzado de nuevo, la búsqueda de regreso, para comer, para vivir, para volver a empezar, para no perderse.

Alguien lo miraba, alguien miraba su esfuerzo desde lejos y se daba cuenta de todo, de la realidad de la condena a una probable agonía, a una muerte incierta pero destinada, una búsqueda sin encuentro, un laberinto interminable. Si tan sólo aquél no hubiera caído de la rama, si tan sólo no hubiera dejado el árbol, quizá su único día de vida podría durar más.