Es entristecedor
pero se vuelve a levantar después de las heridas, apenas con un suspiro de
vida.
Deja las reflexiones
para un momento de decoro y se arrastra hacia la esperanza instintiva, hacia el
vínculo inhumano de las ganas de vivir.
Se enfrenta a él
mismo, sin ayuda más de la que le proporciona la razón.
Lucha, en momentos
se doblega ante la desesperación y la desesperanza, deseando tener la fuerza
suficiente para darse por vencido y descansar.
Pero los hilos de la
vida lo manejan, lo obligan a luchar, lo guían al martirio del esfuerzo que
suponen las ansias inconscientes del deseo a la vida.
Se rinde pero
continúa, se somete ante el denuedo de vida, se deja y se impulsa con mayor
energía pero con menor valor.
Se convence y se
deja llevar por los hilos invisibles de una existencia débil de una vida
caduca.
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